domingo, 24 de diciembre de 2017

La provincia a medias

 
Volví de León hace unos días con “La vida a medias” en el bolso. Conocía los dos anteriores volúmenes de los diarios de Avelino Fierro y no pude resistir la tentación al ver la tercera entrega en el escaparate de una librería.
En Ciudad del Puente la librería bien dotada, con fondo abundante, estanterías para el devaneo y preñadas de ejemplares pidiendo manoseo, es un tipo de establecimiento en retroceso, no sabemos si por contagio con la marchita tónica general del comercio, por falta de lectores, o por ambas cosas. Por eso, cuando salimos del pueblo, sentimos ante una librería el impulso del caminante sediento que encuentra un oasis en el desierto.

Avelino Fierro es -ignoramos en que orden- fiscal, diestro dibujante, lector atento y notable escritor de diarios. Como el género me interesa, con el libro recién adquirido en la mano el regreso en tren desde León se hizo corto. Eso tiene su mérito: el centenar de kilómetros que separan la capital de la provincia de la capital del Bierzo es un viaje en el tiempo que te invita a la elucubración sobre las habilidades de los ingenieros del siglo XIX.

Se terminó de imprimir el volumen, dice una nota final, bajo la advocación de unos versos de Charles Simic. Esa es advocación que merece respeto en el santoral laico de los lectores de poesía. En el diario de Fierro sale mucho literato y mucha literatura, bastantes pintores y pintura y sale, sobre todo, una ciudad con su provincianismo justo, un paisaje urbano aún cómplice con la naturaleza y los estorninos y un tiempo “que calla y huye”.

Como la velocidad del tren al cruzar el Manzanal es la misma que experimentó Alfonso XII cuando inauguró la línea, me dio por divagar, que es tarea imposible en el vértigo de los ferrocarriles modernos, más diseñados para el negocio que para la meditación.

Esa barrera física en el centro de nuestro mapa que simboliza el túnel del lazo separa con rigor excesivo, más allá de lo geográfico, una provincia extensa, hueca, desconchada y con relaciones interiores un tanto endogámicas y escasamente permeables.

No intenten, por ejemplo, buscar ninguno de los tres volúmenes de los diarios de Avelino Fierro en una librería de Ponferrada. Jamás el autor ha presentando en Ciudad del Puente sus libros. Y como él, la mayor parte de los excelentes poetas o narradores que viven en la capital.

Nadie recuerda la última vez que un premio Cervantes como Antonio Gamoneda participó en un acto en el segundo municipio de la provincia. Exactamente igual ocurre a la inversa. A este lado del Manzanal hay un puñado de excelentes escritores que raramente tienen oportunidad de presentar su obra en la capital.

No es sólo la literatura. Ni es sólo la palurda rivalidad ya un tanto cansina entre León y Ponferrada, diseñada para alimentar pasiones en los campos de fútbol y engrosar la caja de los fabricantes de banderas. Esta provincia necesita (re)conocerse en su amplia complejidad. Necesita coser relaciones y complicidades, sumar afectos y cordialidades; incrementar lazos y sumar esfuerzos.

Que Avelino Fierro lea sus diarios en Toreno y Fermín López Costero sus cuentos en Boñar. Tal vez así deje de ser una provincia a medias.



Como las vacas al tren. El Día de León (23, diciembre, 2017)

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