lunes, 17 de octubre de 2016

El abandono que funciona

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Foto de Ana Barredo (Diario de León) del incendio en Médulas el pasado mes de agosto
En la última entrega de los siempre jugosos dietarios de Andrés Trapiello se relata con bastante sorna la visita a una pequeña ciudad del sureste peninsular. Una levítica y decadente población provinciana con el paisaje y paisanaje habitual de los territorios de interior, anclados, fuera de los cambios formales, en la España de la Restauración.
El escritor leonés visita el edificio machadiano del casino, guiado por un portero filósofo que va disculpado las carencias de centro y cantando loas a su pasado esplendor. Al despedirse, deja una perla: “esto es sólo abandono pero por lo demás funciona perfectamente”.
Me vino a la cabeza hace unos días la reflexión recogida por Trapiello, recorriendo sendas poco transitadas de Las Médulas, el paraje más singular del noroeste y la que debiera ser joya de la corona del patrimonio y del turismo regional.
De la izquierda de la carretera que une Carucedo con el pueblo de Médulas parte una senda con traza de camino carretal que algún día comunicó el valle con Orellán. Con dificultades por la falta de desbroce aún puede utilizarse para llegar a la poco conocida zona de La Frisga, explotada por los romanos, dicen los que de esto saben, no mediante el "ruina montium" sino con el sistema de surcos convergentes.
Por aquí pasan muy pocos de los miles de visitantes que deambulan renqueantes entre castaños hasta la Cuevona o suben resoplando al Mirador de Orellán para señalar con el índice un paisaje herido por las cicatrices de las modernas canteras. Y casi es mejor que no pasen.
Este verano, un incendio afectó a la zona. Quemó cerca de 21 hectáreas de monte bajo y alcanzó a algún soto de castaños y plantas jóvenes de roble y encina. Nada grave para la ya saturada estadística incendiaria. Un drama para un paraje declarado Patrimonio de la Humanidad, que no ocurre por primera vez.
El paisaje enseña ahora las heridas. El suelo deja ver sus carnes rojizas tiznadas de hollín y restos quemados de brezo. Han brotado los primeros helechos. La visión duele.
Es un domingo soleado de otoño. Hay autobuses y decenas de despreocupados visitantes que curiosean sin acabar de entender lo que ven: el de Médulas es un espacio muy complejo como para ser aprehender en un vistazo superficial. Pero el mecanismo rutinario marcha. Como en el casino de Trapiello, aparte del abandono, todo lo demás funciona perfectamente.

COMO LAS VACAS AL TREN. El Día de León (16 octubre 2016)

lunes, 3 de octubre de 2016

Contra las termitas

Hace unas semanas asistí a la reapertura del Teatro Pavón. El casi centenario espacio madrileño, cercano al Rastro, donde en los años treinta reinó la revista de Celia Gámez, ha sido rebautizado ahora como Pavón-Kamikaze, tomando el nombre del grupo que asume su gestión y sin ocultar ese guiño de humor negro sobre los riesgos suicidas que puede tener la operación.
El Pavón fue sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico hasta la reciente reapertura del Teatro de la Comedia. Este verano se supo que un puñado de hombres de teatro, encabezados por el dramaturgo Miguel del Arco, tomaban la decisión de abrirlo de nuevo, dispuestos a competir en el proceloso sector escénico de la capital y a dotar de personalidad al centro.
Desde el éxito de un trabajo montado a puro esfuerzo, como "La función por hacer", Del Arco se ha convertido en uno de los nombres destacados del último teatro español, que vive en lo creativo una auténtica "Edad de Oro". Sus servicios como director son reclamados por las grandes estrellas de la escena y sus montajes reciben premios y aplausos. Embarcarse en la reapertura de un teatro desde lo privado pero con vocación de servicio público es una decisión arriesgada, valiente y a la que sólo se le puede desear mucha mierda.
Mientras tanto, en una galaxia más cercana de lo que parece, continúa la labor de las termitas decididas a desprestigiar la gestión pública de las artes escénicas, acusada de despilfarradora, incapaz y burocrática. Tras el ejército de roedores, aparecen los comerciantes especializados en hacer fortuna con los despojos y la explotación semiesclavista de los trabajadores.
Sujetos que se han hecho ricos vendiendo baratijas envueltas en papel de colores, aparecen ahora dispuestos a enseñarnos cómo gestionar los recursos que se han pagado (y se seguirán pagando, independientemente de quien los gestione) con el esfuerzo de todos los ciudadanos. En varias capitales de provincia de nuestra comunidad ya han instalado sus cuarteles, diseñando estrategias y olfateando nuevas presas.
Mientras tanto, por este lado recóndito del mundo, ayer celebrábamos los veinte años de la reapertura del Teatro Bergidum. Con sus aciertos y errores, con sus virtudes y sus limitaciones, pero con una constante mantenida a lo largo de este tiempo: su decidida apuesta por un concepto público de gestión, mal que les pese a las termitas.

COMO LAS VACAS AL TREN
El Día de León (2-octubre.2016)