viernes, 17 de junio de 2016

Tres días con un yanqui


He compartido tres intensos días con un yanqui. Un señor amable, educado y sonriente, como esos yanquis, medio artistas, medio intelectuales, que salen en las películas de Woody Allen, vocalizan impecable, beben agua como si bebieran champán y piden continuamente disculpas antes de rebatirte dándote la razón. 

Este yanqui se llama Kenneth J. Foster, ha dedicado su vida a la programación de artes escénicas en diferentes poblaciones americanas y está muy orgulloso de que una mujer opte por vez primera en doscientos años a la presidencia de los Estados Unidos de América.  

Contrariamente a lo que se espera de un yanqui relacionado con el teatro, en tres días no ha mencionado para nada el marketing, las posiciones de marca ni toda esa palabrería mercadotécnica tan propia de la industria universal del "entertainment".  

Por el contrario, su discurso se encauzó hacia el trabajo con la comunidad, el cuestionamiento del éxito artístico basado únicamente en lo numérico y el trascendente papel del arte como vehículo de intervención social en tiempos tan críticos como los que vivimos. 

Su labor pedagógica discurrió no por los caminos del comercio y los balances contables, sí por las también complicadas veredas de la complicidad, del tejido humano, de la mirada atenta a la cercanía en tiempos de globalidades. 

Por el defecto mental que uno arrastra, acabo intentando trasladar las enseñanzas del yanqui a la realidad de esta Comarca Ensimismada en la que vivo, tan falta de pulso, tan carente de estrategias, tan desprovista de liderazgo y de masa social activa. Tan necesitada de una visión, de una imagen conceptual, idealista pero convincente, sobre el futuro que deseamos. Tan obligada a imaginarse a sí misma en un contexto cambiante en el que sólo la creatividad aplicada a todos los campos  de la economía y la cultura será capaz de aportar una hoja de ruta mínimamente viable.

Quiero pensar que nuestra tierra tiene futuro pero, aún ignorando todo lo que va a suceder mañana, estoy seguro de que ese futuro poco tendrá que ver con el modelo sobre el que ha pivotado nuestra forma de vida en los últimos cien años. Un modelo cuya ya larga agonía está lastrando en exceso el nacimiento de nuevos ritmos, de diferentes objetivos, de distintos valores sobre los que fijar la convivencia.

Son cosas que uno piensa después de pasar tres días con un yanqui.

COMO LAS VACAS AL TREN; El Día de León (12, junio, 2016)

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