viernes, 25 de octubre de 2013

En Región, con Benet

El mapa de la Región de Benet, que quiere uno imaginar
que empezó a dibujar "en una casa con huerto, cuyos desvanes
cobijaban un par de esqueletos", en Ciudad del Puente 





ESTE fin de semana vamos a ponernos a estudiar los mapas de Región. Vamos a conocer mejor ese territorio áspero y desabrido, situado en algún lugar de la imaginación de su cartógrafo y primer ministro, el ingeniero y escritor Juan Benet.

Murió hace veinte años y con ese motivo la Uned ha organizado unas jornadas por los dos lados de esta provincia, por donde anduvo hace sesenta años construyendo canales y embalses. A Ciudad del Puente llegó en 1956. Diez años antes había comenzado a frecuentar la tertulia de Baroja, en aquella casa de la madrileña calle de Alarcón donde Don Pío escribía y escuchaba, abrigadas las piernas bajo una mantita.

Y quiere uno imaginar qué pensaría aquel joven inteligente, algo petulante, no sabemos si ya deslumbrado por Faulkner, de esta ciudad de trenes en blanco y negro, de estraperlistas, comerciantes y hortelanos. Qué pensaría el joven Benet recién llegado de un norte remoto y democrático sobre una creciente ciudad del noroeste, como de neorrealismo italiano, con obreros, bicicletas y niños que miraban la cartelera de los cines.

El ingeniero vivió aquí tres años. Dice Ernesto Escapa (que hay que ver lo que sabe el tío de escritura y escritores), que vivió primero en el Hotel Madrid y luego "en una casa con huerto, cuyos desvanes cobijaban un par de esqueletos". Sabemos que aquí nace su hijo Ramón, que aquí estudia violín y descubre una novela portuguesa de Euclides da Cunha en los ratos libres que le permite su trabajo en los canales de Cornatel y Quereño.

Luego se traslada a Oviedo y más tarde a León, donde construye la presa del Porma y empieza la redacción de su novela “Volverás a Región”, una de las piezas narrativas más luminosas y complejas de la literatura española del siglo XX, poco apta para degustadores de hamburguesería literaria.

Pero queremos saber más. Queremos saber si en ese tiempo ya apuntaba Benet en un cuaderno los personajes de su teatro, tan extraño, tan moderno para un país tan antiguo. Queremos saber si llegó a ser usuario de aquella biblioteca pública recién inaugurada en la calle Ave María, oscura y lúgubre, en la que había más ausencias que presencias. Queremos saber si ya bebía güisqui o si había empezado a mover con gracia el hielo del gin tonic. Y también queremos saber con quién bebía en aquella ciudad tan estéril en lo cultural, a quién le colocaba citas de Saint Simon o de Jenofonte a las tres de la madrugada.

Por eso estamos esperando el fin de semana. Para volver a Región y preguntarle al experto benetiano Paco García Pérez cuándo va a reeditar sus Crónicas del Bierzo, el libro más hilarante jamás publicado sobre esta comarca en la que, hace mucho tiempo, vivió un tal Juan Benet.

Fronterizos. Diario de León (25 octubre 2013)

martes, 22 de octubre de 2013

Un tipo honrado

El atracador profesional Sutton decía que 
los propietarios de bancos pertenecen a 
ese grupo de seres a los que se puede robar 
sin remordimiento alguno



ES mayor delito fundar un banco que robarlo. Yo no sé si William Sutton llegó a conocer esta frase, atribuida a Bertold Bretch. Ni siquiera sé si conocía la obra del maestro alemán, aunque buena parte de la leyenda como atracador de Willie Sutton surgió de su maestría, tan teatral, para el disfraz. 

Es más, hasta hace un par de días ni siquiera conocía la existencia de este ladrón de bancos norteamericano que, aunque nunca alcanzó la estela legendaria de otros bandidos que contaron con la proyección del cine, actuó con gran provecho en su oficio durante la época de la Gran Depresión. 

Se calcula que entre los primeros años veinte y su detención definitiva a principios de los cincuenta atracó un centenar de bancos y se hizo con un capital de unos dos millones de dólares, una cifra modesta para la delincuencia actual pero de importancia para la época.

Pasó la mitad de su vida en la cárcel, después de protagonizar algunas fugas espectaculares. Cuando lo indultaron, a finales de los sesenta, era un viejo enfermo e inofensivo que había pasado a la historia por una frase que probablemente nunca pronunció. 

Se cuenta que cuando un reportero le preguntó porqué robaba bancos, supuestamente Sutton contestó: “porque es ahí donde está el dinero”. Al parecer, la lógica aplastante de la apócrifa respuesta dio nombre a la llamada “ley de Sutton”, que viene a decir que, a la hora de hacer un diagnóstico, primero debe considerarse lo obvio.

La modestia de su carrera llegó al extremo de que cuando el FBI abrió la lista de los diez enemigos públicos más buscados, Sutton, injustamente, quedó en el puesto once. Solía usar para sus atracos una metralleta Stein a la que nunca le puso balas, por temor a herir a alguien. El arma, decía, la usaba porque “solo con encanto y simpatía no se roba un banco”.

Su detención, en 1952, estuvo rodeada de oscuras circunstancias. El modesto dependiente de comercio que lo reconoció y denunció recibió poco después cuatro balazos en el portal de su casa. Aunque se intentó cargar el crimen al encarcelado Sutton, nadie en Brooklyn se creyó esa historia.

El guionista Luis Calvo, que lo conoció en la cárcel, ha escrito que, en opinión de Willie, “todos los propietarios y gestores de bancos pertenecen a ese grupo de despreciables seres humanos a los que se puede robar sin remordimiento alguno ya que ellos roban a todo el mundo”. 

Era la opinión de un profesional del atraco emitida antes de morir, en 1980, sin llegar a conocer los escándalos en la gestión de nuestras cajas y las sustanciosas indemnizaciones a los directivos que las han llevado al rescate con pasta de todos los ciudadanos. Lástima: Sutton fue un tipo honrado en su oficio que no llegó a conocer a sus colegas españoles.

Fronterizos. Diario de León (4-noviembre-2011)

viernes, 18 de octubre de 2013

Diario de la perplejidad


Me citaron a Voltaire hace tiempo: 
No comparto lo que dices, pero defenderé hasta 
la muerte tu derecho a decirlo 

ME citó a Voltaire hace tiempo un político en activo (conservador, para más señas) al que no le había gustado alguna opinión vertida sobre no sé qué cosa en no me acuerdo qué medio: No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.

Esto debió suceder hace varios miles de años, cuando el concepto de libertad de expresión era una conquista tan reciente que era asumido a diestra y siniestra, cuando la capacidad de escandalizarse ante la opinión discordante era minoritaria, cuando el personal no se la cogía con papel de fumar y si los pareceres de alguien no le gustaban sencillamente procuraba no verse en la obligación de escuchar o de leer a ese alguien.

Ahora andamos siempre con la escopeta cargada, somos incapaces de colocar en el contexto adecuado una opinión, de relativizar la trascendencia de una declaración mediática, de analizar la personalidad del autor de una afirmación para entender su sentido último. Y ya no nos conformamos con criticarla, o con ensañarnos en las redes sociales, o con injuriar sin coste alguno en los mensajes anónimos de los digitales.

No. Ahora queremos sangre. Pedimos la guillotina en la plaza pública contra el discrepante, el iconoclasta, el provocador o, en ocasiones, el tonto de turno que busca sus quince obligados minutos de notoriedad. O directamente le atacamos donde más duele: lo censuramos, como en los viejos tiempos.

Le pasó a Pepe Rubianes, un Dario Fo galaico catalán al que se vetó en Madrid por unas declaraciones televisivas tomadas al pie de la letra. Lo ha sufrido el bufón Leo Bassi, contra el que llegaron a poner una bomba en el teatro. Lo ha padecido el siempre incómodo Albert Boadella por salirse de la línea de la corrección política del nacionalismo catalán.

Lo sufrió Carmen Machi, a la que se intentó boicotear en Barcelona por haber firmado el manifiesto de artistas “A favor de Cataluña en España”. Lo aguantó la compañía de danza “Kukai” por montar un hermoso espectáculo a partir de textos del mejor poeta vasco de todos los tiempos y preso etarra en los ochenta, Joseba Sarrionandia.

Y, mas recientemente, se le echaron al cuello a Ana Zamora por decir que es nuestra obligación intentar cambiar esta mierda de mundo que tenemos. Y en un pueblo de Sevilla se acaba de suspender la representación de una obra de teatro en la que salía la Virgen por presiones de las cofradías locales. Y ayer, el Consejo de Administración del Teatro Jovellanos de Gijón decidió rescindir el contrato a Albert Pla, por una declaraciones propias de un tipo heterodoxo y disparatado como Pla.

Y se queda uno perplejo. Y recuerda uno a aquel político (conservador, para más señas), que hace miles de años le citó a Voltaire.

Fronterizos. Diario de León (18, octubre, 2013)

martes, 15 de octubre de 2013

Obviedades necesarias


La curiosidad como cualidad que nos permite 
investigar, experimentar, aprender...


OBVIO: “Muy claro o que no tiene dificultad”. Lo dice la Academia. Pero ya se sabe que en este país nos gusta jugar a la contra y por eso lo que debiera ser obvio muchas veces se soslaya, al estilo de lo que dicen que hacía el ensayista Eugenio d´Ors cuando preguntaba "¿Ha quedado esto claro?. Sí maestro. Pues oscurezcámoslo". 

En la web circula un decálogo escrito por el gestor cultural catalán About Rafamilan que titula “Cosas que le pido a un concejal de Cultura” (*). Lo que pide el autor, y que suscribo hasta el punto de fusilárselo, son cosas muy fáciles de cumplir aunque, precisamente por obvias, también fácilmente descuidables. 

Pese a estar dirigido a un área determinada, su contenido puede hacerse extensivo a cualquier otro departamento de la administración política y como en un par de meses tendremos nuevos responsables de la cosa pública, no cuesta nada difundir estas recomendaciones, no vaya a ser que alguien tome nota.

About le pide a un político algo tan básico como que sea honesto y que actúe como siente y piense sin esconderse en artificios. También le pide que lea, recurso para acercarse al pensamiento diferente y al convencimiento de que no es necesario estar de acuerdo en todo para poder trabajar juntos en algunas cosas. 

También es bueno que sea capaz de escuchar, no sólo porque nadie lo sabe todo, sino porque tras ese gesto se muestra esa actitud tan escasa de ponerse en el lugar del otro. Le pide además amplitud de miras; que sea capaz de pensar rompiendo límites, delegando en lo urgente y atendiendo a lo importante.

Riesgo y valentía; apuesta por la creatividad; capacidad para reconocer el talento y activarlo, son otras demandas que le pide el bloguero al político. Y, sobre todo, curiosidad, esa cualidad que nos permite investigar, experimentar, aprender: pensar desde la mirada de niño que tiene un mundo por conocer, rechazar el gesto torvo del que cree haberlo visto todo, caldo de cultivo para la medianía y la mediocridad. Esa curiosidad le permitiría implicarse en el desarrollo de una ciudadanía más libre y creativa; menos excluyente y cerrada; más participativa y rigurosa; menos cobarde y encogida; más comprometida y atenta.

Como los mandamientos divinos, todos estas peticiones se resumen en una: la primera obligación de un político es hacer política, en el pleno y hermoso sentido del término, que poco tiene que ver con el degradado concepto hoy imperante. Mantener el contacto permanente con los ciudadanos, conocer sus necesidades, impulsar servicios que las resuelvan, priorizar los proyectos que mejor contribuyan al desarrollo de la comunidad y huir del temible café para todos, de tan nefastas consecuencias. Hacer obvio lo complejo.

Fronterizos. Diario de León (11-marzo-2011)

(*) http://temptatives.wordpress.com/2011/03/01/10-cosas-que-le-pido-a-un-concejal-de-cultura/