domingo, 22 de diciembre de 2013

El doctor Reis

En Lisboa llueve hacia arriba y los raíles de los tranvías forman
riachuelos que bajan hacia el Tajo abrillantando adoquines
(foto: misiglo.wordpress.com)













ESTÁ el doctor Ricardo Reis sentado en su habitación del hotel Bragança, en la Rua do Alecrim. Es 1935 y en Lisboa llueve hacia arriba y los raíles de los tranvías abandonados forman riachuelos transparentes que bajan hacia el Tajo abrillantando adoquines. En Lisboa los relojes giran hacia la izquierda y en los tejados crecen flores humildes y gatos que cantan un fado triste.

Aquí hay que ponerse gafas de sol bajo el paraguas porque la luz es intensa hasta cuando llueve. Aquí los trenes se deslizan sobre el agua que no es río ni mar. Aquí se suben cuestas de hierro y se bajan calzadas deslizantes que huelen a sardinas asadas. 

Aquí vende el mejor bacalao del mundo el nieto del hechicero que olvidó el lenguaje de la piedra. Aquí bebió el poeta de los cien nombres y quedo condenado a la inmovilidad del bronce. Aquí los caniches tocan el acordeón bajo los arcos de imperios desaparecidos y las guías turísticas son un recuento de cadáveres.

Un recuento ahora incompleto, una lista en la que falta el hombre paradójico, melancólico y sobrio que murió en la isla de los volcanes soñando revoluciones pendientes e intentando reducir en un libro la explicación de un mundo ya inexplicable, caduco y decadente.

Muchos descubrimos con Saramago nuevas razones para amar un país digno y pobre, pequeño y elegante, atlántico e iberista. Muchos seguimos encontrando en los vecinos del oeste un tierra cercana y amistosa pero aún desconocida y despreciada. Muchos hemos subido en tranvía hasta el Cementerio dos Praceres acompañados por Ricardo Reis, pendiente de las noticias de la República Española.

El doctor Reis, el último día de 1935, ve llover en Lisboa, piensa en dioses que no saben nada y ve por la ventana una pareja que se besa por azar: «esos son los mejores besos, los besos sin futuro». Y desde la ciudad más hermosa del mundo el nieto del campesino de Azinhaga se despide con un sencillo até amanhá.

Fronterizos. Diario de León (20, junio 2010)

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