lunes, 16 de septiembre de 2013

Escuchando a sabios ignorantes


Johannes Stoeffler,
un erudito alemán del Renacimiento,
predijo que un diluvio universal
cubriría el mundo el 24 de febrero de 1524
ABUSANDO de la confianza, había decidido colarme en la columna del presidente de la República de Almendros, el maestro Suárez RocaMe acerqué entonces a la Bahía del Pajariel, dispuesto a dar de comer a las gaviotas mientras veía salir los barcos hacia tierras donde todavía queda esperanza. Acababa de leer aquella respuesta que Eça de Queiroz le dio a una dama inglesa que le preguntó si era español. “Peor: portugués”, le contestó el novelista de Póvoa de Varzim, que es población similar a Ciudad del Puente, pero donde no hace falta imaginarse el mar.

El Optimista se me había adelantado. Se protegía de la lluvia con un periódico que aún no había salido, esperando las últimas noticias sobre el fin del mundo. Y me contó la historia de Johannes Stoeffler, un religioso alemán del Renacimiento que destacó por su erudición en el ámbito científico. Llegó a ocupar la cátedra de astronomía y matemáticas en la Universidad de Tubinga, de la que fue rector en 1522, e incluso se convirtió en asesor de la realeza.

“Por eso ­–me contaba el Optimista–, el hombre había conseguido un notable prestigio de sabio y cuando predijo que un diluvio universal cubriría el mundo el 24 de febrero de 1524, la gente le prestó atención. A medida que la fecha de la catastrófica profecía se acercaba, el pánico se fue apoderando de la población. Las propiedades más cercanas a los cursos de agua se malvendieron ante su probable pérdida”.

“No queriendo ser menos que sus colegas del continente, astrólogos ingleses confirmaron la inminencia del terrible diluvio, aunque adelantaron su llegada al 1 de febrero y lo situaron en la capital británica. Pese a que en la fecha indicada apenas cayeron cuatro gotas sobre Londres, los seguidores del sabio alemán no cesaron en sus previsiones”.

”Un tal von Iggleheim construyó un enorme arca en la que en el amanecer del 24 de febrero empezaron a embarcar amigos y familiares bajo la mirada entre inquieta y burlona de una multitud curiosa. De pronto, empezó a llover. No era una lluvia especialmente intensa pero sí lo suficiente como para generar el pánico entre la masa, que abordó la nave de Iggleheim, arrollando a su propietario y causándole la muerte. Finalmente, 1524 fue uno de los años más secos de la historia alemana. Stoeffler revisó sus cálculos y concluyó que al diluvio sería cuatro años más tarde”.

La lluvia había cesado. Un tibio rayo de sol iluminó la cara del Optimista, de repente ensimismado y silencioso. “¿Qué crees que es peor, ser español o portugués?, le pregunté. “Lo peor son los cadáveres que estamos dejando por el camino mientras perdemos el tiempo escuchando a sabios tan ignorantes que sólo saben de economía”, me dijo mientras lanzaba una piedra que quedó flotando en la bahía.

Fronterizos. Diario de León (21, diciembre, 2012)

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