domingo, 29 de noviembre de 2009

Argentinos

La actriz argentina Norma Aleandro


TENGO un amigo que mantiene como principio irrevocable no hacer nunca negocios con un argentino. Y para que nadie vea intenciones ocultas en su decisión remata la argumentación explicando que su padre nació en la patria del tango.

Hace unos días estuvo en Buenos Aires e hizo allí lo que casi nunca hace en España: ir al teatro. Me contaba fascinado la experiencia de ver sobre las tablas a la gran Norma Aleandro en «Agosto», un gran éxito de la cartelera porteña. Tres horas sentado en una butaca que se pasan en un suspiro, el mejor elogio que se puede hacer de una función teatral. Mi amigo seguramente nunca hará negocios con un argentino, pero reconoce su magisterio en el ámbito de la interpretación.

Estos días, el Festival de Otoño ha convertido Madrid en una extensión de la calle Corrientes y de la calidad del teatro bonaerense, rindiéndose ante propuestas basadas en unos actores que brillan con luz propia, unos textos siempre cargados con pura dinamita dramática y una producción propia de un sistema autogestionado, carente de ayudas públicas. Un sistema que transforma cualquier garage, cualquier galpón, cualquier salón privado, en una sala donde sucede el milagro.

Claudio Tolcachir montó en su casa «Timbre 4», escuela y teatro donde han nacido funciones tan asombrosas como «La omisión de la familia Coleman» o «Tercer Cuerpo»; Daniel Veronese, director de la obra que fascinó a mi amigo en Buenos Aires, ha usado la misma diminuta escenografía de «Mujeres soñaron caballos» para varios de sus montajes y los actores de Enrique Federman en «Perras» o «No me dejes así» componen sus apasionantes historias sin un solo elemento decorativo.
Todo el sector se ha rendido ante la contundencia alejada de artificio de las propuestas escénicas argentinas mientras en el aire ha quedado sin respuesta el subtexto del caso: ¿hasta qué punto el sistema de ayudas español estrangula al modelo creativo?.

FronterizosDiario de León (15/11/09)

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